Quevedo

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PULSA SOBRE LA IMAGEN (GLOG)

sábado, 3 de enero de 2015

Ex aequo

De entre todas las flores del cementerio surgió una rara avis cultivada entre restos de podredumbre y asfixiante atmósfera. Cauterizada por el aroma corrupto de la vida descompuesta, suponía un elemento levemente cacofónico entre las aristas plateadas del silencio. Gris piedra y naturaleza muerta enmarcaban el morado de su corazón hirsuto de vegetación minúscula. Latía en piedra de armazón ampulosa, cuarteada por los nichos abandonados, por los capiteles de las infraestructuras desmoronadas y los panteones de la ampulosa pretensión de pervivir en piedra el recuerdo efímero de la carne. Allí la flor, allí el silencio regándola, allí los pasos divagando sobre la absurda conceptualización del tiempo.

martes, 25 de noviembre de 2014

Palimpsesto del viento

Era la primera versión del viento aquella que barrió las raíces de Antioquía. Presentábase bajo la sensual apariencia de una suripanta cubierta de tules de miel e iracundia, como si tal combinación forjase la armazón herrumbrosa de la pasión que deja escombros. De la segunda versión del viento solo quedaban cuatro versos mal compuestos de un madrigal y un cosante, escondidos en las alforjas de un tratante en vinos en las tierras borrachas de los viñedos murcianos. El viento se parapetó más tarde en la cuarta versión mal llamada por algunos apócrifa: la del mentidero cerril de la parrilla telesiva, en la que un falso invidente leía las noticias de actualidad con la misma procacidad pueril de un animalillo salvaje en celo (palabras que se deslizaban en búsqueda de un significado para liberarse del cruel sino de la perfidia y la maledicencia, oh hado oh vergüenza oh maldita perversidad del que aterroriza con la más más más sedienta venganza, con la palabra galana de la mentira). El último viento en versión naïf repitió lugares comunes en hartura idiota de timbre circundante: dejà vu, quid pro quo, bla bla bla. Cada viento pintaba la miseria de un mundo tenebroso, barrocamente espurio, livianamente barroco. Oh, sí, sí, universo de vientos, de habladurías, de mediocridad, de sibilinas frentes hipócritas bajo sonrisas de bondad, bajo dientes que esconden espíritus en retaguardia, en decadencia (si procediese, dado el caso de que nunca meta coronaron, ningún mérito atesoraron, ninguna honestidad cultivaron). Todos los vientos en uno, confundidos, pasearon las hojas por el cemento, reordenando la estulticia de la intemperie.

Versiones del Barroco, del grupo Kale/Kela: ¡Gracias Ana, Jorge, Sebas, Almudena, Lupe y Pilar! Es un placer trabajar con vosotros.

lunes, 26 de agosto de 2013

Lánguido ocaso del verano

El lánguido ocaso del verano nos envenena un agosto más. Dejamos de lado las tardes somnolientas con una buena lectura. Este estío han sido muchas las páginas que han enganchado el interés de este pobre lector: Ayer no más, Años lentos, Rabos de lagartija, Las leyes de la frontera, Intemperie... En algún caso, hemos descubierto alguna bien orquestada, sibilinamente ofertada, propuesta de mercadotecnica, con el caso de la sobredimensionada Intemperie: una obra bien escrita, a ratos, pero fatalmente infeccionada de un empeño de resultar truculenta con imágenes artificiales y a ratos forzadas, con un estilo también que busca mi camino. Prefiero, mejor, a Trapiello y su profesor universitario que lleva la verdad por delante, aunque suponga el atropello desquiciado de todo aquel que en algún momento sostuvo un hilo de su desiquilibrada vida. Lo prefiero, porque va de frente: una obra que ameniza, que entretiene, que se sostiene pese a algún personaje rayante en el histrionimos, porque al fin y al cabo muestra sus cartas como escritor solvente para todos. En fin, me quedo con Las lágrimas de san Lorenzo de Llamazares y su absorbente sabor de melancolía que envuelvea la efímera permanencia de las cosas. Feliz fin de verano.